Bruno Gabriel L. García
Era ella todo un ser extraño, yo no
lograba entender cómo unos ojos así habían pasado antes desapercibidos. Pues su
mirada fija, cual antípoda a Medusa pero con los mismos efectos; había quedado
petrificado. Las palabras no podían salir y sentía el cuerpo sumamente torpe.
Como tratando de salir del pétreo éxtasis que ella en un instante me había
sumido.
Saqué un cuadernillo (Por ese don de
escribano que considero uno de mis únicos dones y que pongo a relucir a cada
ataque que infunde el pecho sobre la mente), y empecé ese ritual frenético de
marcar al papel con letrillas, oracioncillas y parrafillos mientras todo el
cuerpo palpitaba en una especie de ceremonia temblorosa entre mis entretelas
El resultado era una simple notita,
una hojilla con palabras escritas entre ideas voladizas atrapadas casi al azar
e imaginación nacida de la exasperación de querer decir algo y no poner
hacerlo, -tal vez esto último por timidez-. Notita escrita a pulso de una
víctima de Parkinson.
No digo que no hubiera hecho algo
parecido antes, sino que esta era la primera vez que atrevía a dar la hojita
con toda la ecuanimidad que se pudiese y, por supuesto, huir luego a cuanto
galope se pudiese con las piernas tembleques y el corazón a un pálpito de un
triple paro coronario. Fue algo, entre extraño, loco y extraordinario.
* * * * * * *
Ahora… ahora no sé que ha de suceder.
Solo espero… nada más espero… algo
suceda.