Bruno Gabriel L. García.
Tengo esta cosa en la mente que se está incrustando cada vez más. Esta cosa... no definible…
Ya la había sentido antes, como una especie de exasperación, un acto de anhelo no forzado que inundaba todo de auto opresión personalizada por uno mismo para lograr esa combinación extraña entre sufrimiento y gozo. Un revoltijo total y poco aconsejable para quien espera de la vida algo ligero y seguro, o también, algo como solo para pasar el momento. Esta cosa en la mente, ubicada al lado derecho inferior del cerebro es solo para locos con tendencias suicidas; pues sabemos que fuera de esta cosa “descerebrante” no hay más frutos; pues la otra persona de quien nos produce a la distancia esto, puede que no lo sienta y te veas luego en un juego donde el perdedor, y puede también que estúpido, salga siendo uno mismo.
Pero ¿Qué es?
Yo… yo creo saberlo. Que tú lo sepas es ya otra cosa. Pues verás... estas cosas suelen ser sentidas y explicadas por uno mismo y para uno mismo. Aunque... solo por un lado y sentido propio que no más que nosotros mismo y nuestro Alter Ego quizá entiendan. “Propia percepción de nuestra realidad circundante”, como podríamos considerarla. Que por mucho que intentemos describir nadie nos lo entenderá.
Es justamente ahí, como me dijo antes un amigo: -donde se quiebra el anima, donde se hace poesía, donde se pierde la lógica y razón, donde inicia muchas veces el largo proceso de un suicidio rosa... está esa “cosa” que te vuelve loco y promueve que hagas estupideces y media-. Cosas como llamarla a media noche y cohibirte antes de contestar... quedando como un imbécil en la línea, un ser traumatizo de primera fila. Que, a pesar de todo espera pedir un perdón por tal acto de lógica carente de silogismos; esperando que ella te diga: -yo entiendo-. Mal... Mal... Mal… Esa idea hay que sacarla de la cabeza. Esa idea debe ser soterrada y eliminada por nuestro organismo como si se tratase de un virus letal, una virulencia agresiva que debe ser deleznada rápidamente.
Por otro lado…-Ya esta bien, ya la llamaste y no supiste que decir... ahora qué... ¿Esperar a que se calme todo?- ESO NO SIRVE, puede que ella sepa ahora que le importas, y claro es más que probable que tu no le importes en lo más mínimo… pero como toda gran mujer será muy sensible al decírtelo. Pero aún así quieres volver a comunicarte con ella y pedir perdón, quieres decirle que fue un acto de estupidez y que nunca pasara. ¿Mala idea?... puede que sí… puede que no…
Puede que los sientas, puede que no... Realmente muchas veces, sabemos, nos ha importado poco lo que los demás han sentido por nuestra persona... pues la experiencia nos dice que no ha sido nada, solo una ilusión propia que hace de aversión al ermitañismo inmerso en nuestra persona lo que nos apuesta a pensar y decirnos que ella ahora sabe lo que sentimos o lo que pasa por nuestra mente y puede que algo surja… algo bonito. Y, entonces… qué hacer ahora... ella lo sabe... LO SABE. Y puede que te sientas ahora más perdido porque no sabrás que decir; estarás en plena línea de fuego con una bayoneta a la mano y ella una kalashnikov y una sonrisa.
Particularmente… creo que solo queda decirlo todo, ya soltaste la bomba sin querer, ya tiraste parcialmente del gatillo, solo falta que aprietes a fondo y salga la bala esperando darle en el blanco -Lo cual es muchas veces un pronostico con malas consecuencias-; (Pues recordemos que en las estadísticas dicen que de las balas soltadas por un soldado de élite, de las mil disparadas, unas cuantas darán en el blanco)… es igual en esta cosa. Por ende, tu misión, es ésta: liberar esta cosa que te apremia; tu arma, es posiblemente lo que digas y la situación en que la digas... el transcurso de la bala, solo se sabe cuando esta da en el blanco. Es como en juego entre el Eros y el Tanatos.
Bien ¿Qué he dicho?
–Realmente, no lo sé-; solo sé que has escrito lo que haya salido de esta cosa, de esta opresión en el pecho, que se forma con tan solo idear sus ojos. Pero debes soltar esa bala lo más pronto posible y esperar, nada más esperar: Ser como el soldado, mirando el ocaso esperando a que la guerra, esta guerra interna, termine y haya un resultado (preferiblemente positivo). De ser lo contario, solo queda hacer una cosa: -aguantártelo-, que en este mundo no hay espacio para débiles del bobo, solo para sobrevivientes. Dejar que esa cicatriz cure y tratar de librar algún día lejano otra batalla similar y perderla… posiblemente.
Puede, entonces, que mañana la llame y le pida salir una vez; puede que sea la primera y última vez que sepa de ella, puede que esa sea esa llamada mi bala sagrada que me de esperanza de calmar este “algo”.
Y también saber algo más de su voz, que ese minuto que dure la llamada conozca su voz a cabalidad, me enamore de tan solo escucharla… Eso lo veremos con lo que hagas, en como se defina tu guerra personal. Tu batalla en campo traviesa con balas a quemarropa o disparadas como con un arma de precisión, que uno nunca sabe hasta donde han de llegar o qué es lo que finalmente dará como resultado.
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