Bruno
Gabriel L. García
Esa pantallita
es mágica. Bastó un segundo para sentir el cadáver carcomido y pringado de un
chispazo. Y darse cuenta de lo hecho.
Te
arrepentías, y lo hacías con ahínco ¿Cómo diablos fue que le pudiste haber
escrito eso?... Está bien, hay que pensarlo. Las cosas andaban de males y
pensaste que su “hola” reviviría tu día… pero dejaste que cierta desesperación
fluyera y un dolor creciera de la nada… -Te doliste de la nada… ¡Y ahora lo
sientes tanto!-.
Soltaste la bala a ojos cerrados y con el gatillo
sensible en aquel instante… Ahora… Ahora gritas al cadáver, le coges de los
hombros y sientes la opresión de la culpa, de no poder volver a saber más de
ella… el pecho grita sin eco ni escucha. Ella mira a otro lado, su partida es
tu repuesta. Pues ¿Qué diantres esperabas, un lamento de ella, un perdón
por favor?
Ella, ella se
va y nunca regresará. Tu opresión crecerá y el corazón sentirá estrecho el
lugar.
-¿Y es que no
te diste cuenta?-
-¿De qué?-;
-de que cruzaste la línea que habías prometido no volver a pisar-. Pues ella ya
no es solo ese par de líneas tipeabas a lo lejos, ya no es esas imágenes
disparadas de vez en cuando a través de tu pantalla… no… Es ella ahora una idea
poderosa, ella ha cruzado sin quererlo esa delgada línea entre símbolo y lo que
significa.
-¿Y por eso
zarandeas su cuerpo ido?-. Si, para que vuelva, me he respondido, para que
vuelva aunque no sea conmigo… una idea, si, una idea basta de ella, que sea una
idea para respirar cierto alivio.
Pero hay algo
aquí además que te dice: Porqué te haces esto hermano, no te tiene pero aún así
ya te domina… -Es que… sus ojos… me han tomado, han seducido y controlado… y
siento que debo recuperarla, de algún modo debo hacerlo…-.
-Pero si sabes
que no le convienes…-
-¡Lo sé!- me
grito y el eco suena en cada neurona y alveolo, en cada orillo del mesencéfalo,
cada esquina del cuerpo… -pero siento que quiero necesitarla, o al menos saber
luego lo contrario…-. Y por eso le pido regrese al cuerpo caído, a su
existencia, a mi existencia, y me conceda una hora de vida conmigo y pasaré
gustoso mil años de suplicio...
Y la miro a
los ojos…
Te miro a los
ojos y pido me des una hora, solo una hora… nada más pido…
Para saber que
rayos es esto que escribo y que vale la pena este suplicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario