miércoles, 23 de mayo de 2012

Gritos desesperados al cadáver caído



Bruno Gabriel L. García

Esa pantallita es mágica. Bastó un segundo para sentir el cadáver carcomido y pringado de un chispazo. Y darse cuenta de lo hecho.
Te arrepentías, y lo hacías con ahínco ¿Cómo diablos fue que le pudiste haber escrito eso?... Está bien, hay que pensarlo. Las cosas andaban de males y pensaste que su “hola” reviviría tu día… pero dejaste que cierta desesperación fluyera y un dolor creciera de la nada… -Te doliste de la nada… ¡Y ahora lo sientes tanto!-.

Soltaste la bala a ojos cerrados y con el gatillo sensible en aquel instante… Ahora… Ahora gritas al cadáver, le coges de los hombros y sientes la opresión de la culpa, de no poder volver a saber más de ella… el pecho grita sin eco ni escucha. Ella mira a otro lado, su partida es tu repuesta. Pues ¿Qué diantres esperabas, un lamento de ella, un perdón por favor?
Ella, ella se va y nunca regresará. Tu opresión crecerá y el corazón sentirá estrecho el lugar.

-¿Y es que no te diste cuenta?-
-¿De qué?-; -de que cruzaste la línea que habías prometido no volver a pisar-. Pues ella ya no es solo ese par de líneas tipeabas a lo lejos, ya no es esas imágenes disparadas de vez en cuando a través de tu pantalla… no… Es ella ahora una idea poderosa, ella ha cruzado sin quererlo esa delgada línea entre símbolo y lo que significa.
-¿Y por eso zarandeas su cuerpo ido?-. Si, para que vuelva, me he respondido, para que vuelva aunque no sea conmigo… una idea, si, una idea basta de ella, que sea una idea para respirar cierto alivio.

Pero hay algo aquí además que te dice: Porqué te haces esto hermano, no te tiene pero aún así ya te domina… -Es que… sus ojos… me han tomado, han seducido y controlado… y siento que debo recuperarla, de algún modo debo hacerlo…-.

-Pero si sabes que no le convienes…-
-¡Lo sé!- me grito y el eco suena en cada neurona y alveolo, en cada orillo del mesencéfalo, cada esquina del cuerpo… -pero siento que quiero necesitarla, o al menos saber luego lo contrario…-. Y por eso le pido regrese al cuerpo caído, a su existencia, a mi existencia, y me conceda una hora de vida conmigo y pasaré gustoso mil años de suplicio...

Y la miro a los ojos…
Te miro a los ojos y pido me des una hora, solo una hora… nada más pido…
Para saber que rayos es esto que escribo y que vale la pena este suplicio.

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