miércoles, 4 de mayo de 2011

Parecía un día nuevo

 Bruno Gabriel L. García

Hay una cierta paz en el ambiente, como si parte del mal hubiera sufrido un golpe casi brutal. Las calles, silentes, rebosan en una paz extraña, el sol brilla con un extraño fulgor. Los choferes y transeúntes no se ven caóticos ni estresados.
Lejos de aquí -Lima, Perú-, la triste zona cero, el tren madrileño, la sangría diaria de oriente o la mansión-fortaleza que como epifanías recurrentes que contó Maquiavelo acerca del fin del príncipe Lorenzo de Médicis, han iniciado festejos por la caída del terrorista.

¡Osama ha muerto! Se grita allá, en el país norteño. La felicidad los abruma; la sed de venganza y el desasosiego de quitarse ese peso de encima, llena sus almas de una cierta concordia post venganza. Así también, hay felicidad en los otros países que tuvieron relación directa o indirecta… Supongo que también algunos países orientales, o por lo menos en algunos de sus pueblos, o en parte de estos habrá habido cierta alegría que quizá debieron esforzar algunos de los pobladores en ocultar ante la represión de sus colegionarios extremistas.
El señor Bin Laden ya no respira y este aire, miles de kilómetros hacia occidente se siente más liviano. Como si parte del karma sucio que horada mentes humanas va yendo va de retro. Quiero imaginar que el mundo es ya menos sucio e insano que antes. Que la justicia, esa eterna mujer joven con venda y balanza que se yergue rígida ante toda corte, en una especie de carga decenaria de desquite ha probado ser eficaz… muy lenta, pero eficaz.
Quiero imaginar que tanto él como yo fumamos un American Cigarette: 'Lucky', by the mornings “como final perfecto para un desayuno de campeones desequilibrados”. Pero que este día, él y sus insanias ya no podrán echarse un par humos más. Sus mañanas ya no podrán ver el amanecer con el olor a tabaco en las manos, como algunos seres que tendemos a lo insano solemos hacer.
Quisiera, también, pensar que en sus últimos instantes, antes que la bala atravesase su cerebro, abriéndose paso y dañando de golpe al sistema nervioso y colapsando a sus órganos primordiales pudo ver que su lucha santa no fue mas que una matanza sin sentido. Del mismo modo pienso en la alegría del Navy SEAL que lo vio frente a frente y le atesto la vida como este lo hiciera a miles de inocentes, de esa dicha se saberse ser el hombre que seso la lumbre del terrorista genocida de forma tan rápida, tan certera… y eficiente. De todos esos millones gastados en su cacería y los cientos de muertos de ambos bandos que estaban circunscritos a esa bala redentora para los pobres entes del 11-S.
Por ahora camino sosegado por estas calles extrañamente calmadas, con el sol fulgurante y sonriente, como si símil a la muerte del chivo, del narco Escobar, del megalómano de Ceausescu, de Saddam u otros miserables del mundo pareciese ser que con sus desapariciones este lugar se hizo más feliz.

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