jueves, 7 de julio de 2011

La Loca de la Casa Gris (Segunda Parte). El Reto

Bruno Gabriel L. García

El reto constaba de lograr entrar a la casa gris y robar un trofeo que los niños-socios del susodicho club anhelaban tener de su demonio vestido de señora: Una gloriosa foto de la sala de la loca. Sin embargo, a pesar del estremecimiento que esto le causó en un inicio a Malaquías, no se acobardaría; por ende decide darle trote al mal paso. El método más seguro para él sería usar su grandilocuente labia de párvulo investigador, que tanto agradaba a los papis de la cuadra, de este modo darse un fugaz encuentro con la señora y así talvez lograse algún acercamiento con la susodicha criatura enloquecida por quien sabe qué. Así quizás ella al darle más confianza lo dejaría entrar a su casa para luego el pudiese hacerse del trofeo que sería el boleto de entrada al famoso Club de la Poza.
Han pasado dos días y llega el momento en que la señora, la loca, salía a hacer compras; él le da el encuentro a unos pasos de la calle y solo atina a saludar con un cierto temor de ser agredido; pero al contrario de lo que se esperase ella le responde con un saludo apagado por un temor escondido que Malaquías capta y no entiende. Él le pregunta después de una corta cháchara si le puede acompañar, ella un tanto extrañada contesta con un si, un si muy curioso, un si que iba entre un tracto cariñoso y otro dudativo.
La mañana de compras transcurrió rápida y al regreso de ellas ya habían establecido una especie de afinidad que solo se da en algunos momentos entre dos que parecieses ser parte de una misma argamasa. A Malaquías ya no le importaba tanto entrar en el club, la idea ha sido casi obnubilada para esos instantes; pues la afectuosidad entre ellos le ha hecho olvidar el motivo que le llevó esa mañana a cruzarse entre miedos y curiosidades embadurnadas de una cierta valentía con esa señora que ahora veía con otros ojos. Unos ojos que ahora brillaban como si nunca hubiera sentido en un afecto tan extraño e inverosímil a la vez. Mas, al cruzar por la cuadra, como esos recuerdos reprimidos, le retornan a la mente la razón por la cual inicio ese periplo entre su cuadra y el mercadillo de la zona. Retoma una cierta frialdad a sus pensamientos: ¿Bastaría con que los chicos lo vieran pasar junto con la loca para dejarlo entrar al club?

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